Recuerdo muy bien que, en 2003, cuando Vinny
Castilla firmó con los Braves, había mucha incertidumbre sobre su posición en
el equipo. La tercera base era ocupada por Chipper Jones, un verdadero líder y
jugador franquicia. A pesar de que Castilla no podía jugar en el campo corto
por su edad, Chipper tomó una decisión admirable. Dijo a los directivos de los
Braves: "Si tener a Vinny nos hace mejores y ganamos más juegos, entonces
yo jugaré en el jardín izquierdo". Así lo hizo, dejando a un lado su ego y
priorizando el éxito del equipo.
Este tipo de sacrificio es lo que define a un
verdadero líder. Un buen líder debe ser capaz de poner las necesidades del
equipo por encima de su propio deseo de brillar. En contraste, hay jugadores
que no muestran esa misma disposición y, a menudo, carecen de las cualidades de
liderazgo que sus compañeros necesitan. Sin un verdadero líder, es difícil para
un equipo encontrar la motivación necesaria para seguir adelante.
A lo largo de la historia del béisbol, hemos visto
numerosos ejemplos de jugadores que han cambiado de posición por el bien de su
equipo. Alex Rodríguez se trasladó a tercera base con los Yankees, Aaron Judge
dejó su posición en el jardín derecho para que Juan Soto pudiera jugar, y
Fernando Tatis aceptó jugar en el jardín sin ningún problema. Josh Donaldson
también fue movido a tercera base, mientras que Hanley Ramírez hizo lo mismo en
Miami y en el Clásico Mundial de 2013, donde José Reyes asumió el campo corto.
Además, Carlos Correa se ofreció a jugar en tercera para que Francisco Lindor
pudiera ser el shortstop en el Clásico Mundial de 2017.
Estos ejemplos demuestran que el éxito del equipo
debe ser la prioridad. En el caso de los Red Sox, no se trata solo de Rafael
Devers o Alex Bregman. Se trata de encontrar la manera de ganar un campeonato.
Devers seguirá ganando el mismo dinero, sin importar en qué posición juegue.
En fin, ser un buen líder y un buen compañero
significa estar dispuesto a hacer sacrificios.
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